viernes, 26 de enero de 2007

Amores

En octubre, noviembre y diciembre de 2006 mi canción preferida, la que no me cansé de escuchar y tararear, decía:
De vez en cuando la vida nos besa en la boca
Y a colores se despliega como un atlas,
Nos pasea por las calles en volandas
Y nos sentimos en buenas manos;
Se hace de nuestra medida, toma nuestro paso
Y saca un conejo de la vieja chistera
Y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela.
Inconfundible, Serrat. Estaba viviendo un amor chiquito pero intenso (después de un amor huracán que duró tres años, lleno de locuras, complicidades y cambios de vida). Me cosquilleaba el estómago todo el día. No podía ni quería dormir para no dejar de pensar y soñar. Y el amor chiquito pasó.
Lo curioso es que esta semana me crucé con antiguos amores, en la plaza, por teléfono, saliendo del edificio donde vivo. Y aunque hay tristeza en las despedidas y en estos pequeños reencuentros, tercamente deseo que llegue un nuevo amor, que sea como tenga que ser, grande, chiquito, tormentoso, calmo, apasionado, tierno... ¿qué tiene el amor que, aunque deja tantas cicatrices se hace desear tanto?
En estos días, solo deseo sentirme en buenas manos...

2 comentarios:

suigeneris dijo...

También está genial sentirse en buenas manos amigas...

Por algo se empieza, no?

Me gusta esa forma de decirlo tuya...

Morgana dijo...

Mmmmmm me suena ese deseo...jeje. Esa es la gran pregunta: ¿qué tendrá?

Un abrazo.